sábado, 2 de junio de 2012

El otro

Te pavoneas, tranquilamente
y no te preguntas quién soy, qué hago
aquí, qué busco, qué he perdido,
para quién lloro si nadie escucha.
Yo soy terriblemente el otro,
el del chiste fácil y estúpido que vuelve
la cara a la venganza de la vida
y discurre como un loco por el deseo
de sentir un sólo círculo cerrado,
un poco de ternura, de cinismo,
de "indolor", de sufrimiento y miedo.
En esta línea incierta, en este vértice
desempolvado del horror y del fracaso
tú ya no eres más que alguien a quien
el tiempo le mira despacio para darle
miles de sueños vaporosos
y que, a cambio, se esconde
como una fuerza de luz que aguanta
el parpadeo hasta el asesinato.
Basta de inútiles compasiones,
yo no soy como los demás a los que
besas y creen morir en otro reino,
yo soy otro, ese al que huyes y rehuyes
como una sombra que cayera en picado
sobre el lomo de la tarde y te dejara
la inquietud de una sospecha sucia
y oscura por entre las grietas de su halo.
Pero tú no ves nunca al otro
porque creer y desmemoriar,
pensar y mentir son quiasmos de ti
y de mí ya muerto del dolor,
de ser siempre sólo eso, un esqueleto
al que rezar plegarias o letanías
para aliviar de luto y rencor
a esos labios que siempre dijeron
que no existía nadie más que yo.
Y es tan fácil desearme como
encontrarnos de frente a estos versos
que temes por ser tan sólo míos.