Mar, mar,
mar
tienen mis
labios al cerrarse
despacio al
desvelo de la noche
y entre
tanto tu sombra se acerca
para
amarillear mi sueño
en un sigilo
de pozo o muerte.
Corro a
veces la noche
augurando el
ala de un beso
que aun
todavía huele a incierto:
esa bruma,
esa prisa,
esa aurora.
Les pongo
nombre a tus manos
y todo es
mar, mar, mar
que aparece
como el miedo
y se va como
el olvido.
Desciendo a
la falange de mí mismo
en un ritual
despalabrado
de caricias
e inventos
negros como
el verso que los nutre,
vacíos como
el alma que los ama
para olvidar
tu nombre
y sacar de
alguno de nosotros
el espejo
que ahoga
el llanto de
esta luz
que ha
crecido en las esquinas.
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