Mis cuerdas están cansadas
de un chorro que no huele a nadie.
Entre las sábanas ya pestilentes de la mañana
se descubren las oraciones mal anotadas
y de tanto que nos creemos, somos parte
de una mortaja en errónea formulación.
Podríamos habernos robado las banderitas
-que como piezas íntimas nos colgaban
de las ojeras- o haberme dejado soñar
con todo ese mundo que tú consideras
perdido a ramalazos de podredumbre.
Pero cuando ya hemos vuelto a caer
en la sencillez de aquel hedor -porque
llamarlo amor te parecería poco cómico-
insistes en no dejarme tocar nada,
en jugárnoslo todo a oclusiones,
en parir gallos con corona.
Y tanto pedir, para luego iluminarme
con tu cadáver aún caliente
en la cocina del té verde.
4 comentarios:
Me encantas AL!!! :)
al menos es bueno saber que no caminamos solos.
un saludo!
buena narración
buen poema :)
Genial, creo que a veces me apetece un té, o simplemnte tengo sed, y con agua se me quita
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