Básteme con un pulgar para decirnos
los secretos que no nos pertenecen,
quedarían, entonces, las arañas para
tomar el café de las seis debajo de tu
cuerpo de fiebre. Iluminado como sombra
en vigilia, habríamos de tener también
una consagración de nuestras hostias
por encima de la mera posibilidad
de adorarnos las mejillas. Yo no tendría
el punto exacto del melodrama
ni sería tan raticida con tus ojos.
Quevedo no es una forma de preguntarte
qué ves con un exquisito gusto
a lo bohème. Podríamos decir
que tampoco soy yo la valencia cero
de esta tabla de indecisiones.
1 comentario:
Me encantas.
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