Sola la luz no muere. Por eso voy
cogiéndome los meteoritos de entre
tanto palabrerío para creer que la muerte
es otro estado transitorio de amor.
Tengo miedo de no ser el que, hambriento,
se mida los fracasos con la mitad de frío
y quede mi fotografía invisible o poco
disponible para un análisis en sociedad.
Con las guitarras en penitencia,
otra soleá se arranca por desprecio
y mi voz se amarillea en estado ebrio
cuando todas las piernas han dejado
de temblar. Me miro -que no me sé-
con tus labios a un palmo de mi hombría
y dejo para tu gusto el último miembro
de esta estúpida cadena de escara-abajos.
3 comentarios:
La muerte, una pasada de amor por la vida, porque dejamos sitio a otros al morir.
que las guitarras ya no te lloren por penitencia,
que las amarillas voces dejen tu oido en paz
que los labios sean más hombres que la pierna del caballo
que la cadena se rompa cara abajo y se la parta¡¡
vuelva.
[sevilla?]
No hay muerte sin vida, ni vida sin muerte, pues es lo que ha de pasar, sin ser más sentimental una cosa por la otra, ni la otra por la una.
No es gesto de caridad morir, si no un fin inevitable, que de todos los fines vitales, es el más valorado, e infravalorado a la vez.
Por eso:
"que nunca las guitarras se callen,
que no emudezcan los mares ni aguas,
torrenciales o ventiscales de auroras, que se paseeen por las marismas, los cantores pájarracos, desertores de lo tranquilo y la paciencia".
Sí, lo es, una estupedez, pero Vivir es morir, y morir, es dejar morir a los siguientes.
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