martes, 23 de febrero de 2010

Calcomanías

No siento si la oscuridad me deja
con el aliento colgado de una antena
o si el pálpito no puede palparse.
Que si a veces he sufrido ha sido por
no dejar de pensar en nosotros,
en esta ruleta de aire que circula
como un papagayo azul en tu aorta
y se desorienta con el ruido mismo.
Minusculísimo enfado el que siento
si dejas la voz tuya en un único
cementerio y no vienes a consolarme
con transfugadas caricias, perlas,
escombros, sábanas o pañuelos.
Pero insistes con la barbilla intermitente
y arrancas de un soplo mi furia
y mis sentimientos. Haces calcomanías
de risa con un poco de tus ojos y
siento que te debo la vida, o dos vidas,
porque de ti han crecido las primeras
lluvias que dejan el rastro del olor
a pueblo mío y a ciudad tuya.

* Para Uve.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ponete

Así, ponete a la luz para que pueda olerte
-guano mío que das valor al círculo
donde desaguamos-. Pelirrojísimo habré
de girar en vos, muertito y relindo con
la voz rehilada, jugando al tan tan del
pequeño sonido del niño hambriento.
Has de saber que allá en Río ya no están
ni los mosquitos ni la fiebre de la que
pudiste prenderte pero en cambio
queda el recuerdo de Adelita con su
vestido de seda. Y los saludos con que
calmás mis instintos. Dejuramente,
ya hayan pasado los días y el olor tenga
forma de mujer, y el café turbio de la
plaza se habrá extinguido de mis ojos.
Pero en cambio, acá estás, al sol,
sin olerme demasiado, dándome
la espalda y repitiendo que somos
el principio de un mismo berretín
donde no todo lo que parece es de oro.