domingo, 23 de septiembre de 2012

No dejes


Tienes el pulso equilibrándome la sed.
Tarde o temprano las noches vaciarán
sus redes de grillos atormentados
para dar ortigas al sueño que los envuelve.
Dirás que tiemblo y que callo, que tengo
tantas rarezas como dedos, que asomo
la cabeza por la rueda de la inquietud
como una rápida tortuga para esconderse.
Vigilas el mar de algún beso
por si no tuviera suficiente el hambre
con esas torpes letras que alimento
de sal y a las que reinvento, a veces,
de su misma necedad.
No dejes que amargue tus ojos
ni que sulfate tu artificial llanto
o que tu llanto verdadero cuelgue
de sí mismo el peso de la tormenta.
No quieras verme necesitándote
ni mucho menos necesitando
decírtelo.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Mar, mar, mar


Mar, mar, mar
tienen mis labios al cerrarse
despacio al desvelo de la noche
y entre tanto tu sombra se acerca
para amarillear mi sueño
en un sigilo de pozo o muerte.
Corro a veces la noche
augurando el ala de un beso
que aun todavía huele a incierto:
esa bruma,
esa prisa,
esa aurora.
Les pongo nombre a tus manos
y todo es mar, mar, mar
que aparece como el miedo
y se va como el olvido.
Desciendo a la falange de mí mismo
en un ritual despalabrado
de caricias e inventos
negros como el verso que los nutre,
vacíos como el alma que los ama
para olvidar tu nombre
y sacar de alguno de nosotros
el espejo que ahoga
el llanto de esta luz
que ha crecido en las esquinas.

martes, 4 de septiembre de 2012

Bosquejo

Vago a oscuras, corriendo sordo,
atajando calles enteras
que me lleven al incierto
en donde pueda ser
y a donde mis manos tengan
el efímero cristal de la verdad
sumido con el trote de la noche.
No puedo evitar amar a mar
desterrado del pulso que lo bate
en oleadas de calentura,
no quiero terminar mis versos
con una carcajada cualquiera
para que el miedo parezca menos miedo.
Ante nosotros el futuro se agarra
despedazado de toda fiebre
augurando los días como raras mitades
que aclaman tu beso
y espantan mi silencio.
Por eso, a veces, vuelvo al hogar
que dejé contigo gritando atrocidades
esparciéndome por el suelo sin la semilla
ni el hambre que me atenaza.
Crío desvelo en donde quedan tus ojos
deshaciendo la cal
amontonando de ortigas el sueño
sin que nadie pueda creerme,
solo y más solo que ayer
pareciendo un otro
y no siendo ni un mismo.