jueves, 25 de marzo de 2010

Nana de la pimienta

Hace tiempo que no te veo
-cual aceituna prieta te recuerdo-.
Y me tienes cieguecito, niña,
cuando dices que puedes dañarme
o llenarme la cabeza de cosquillas.
Pero a mí no puedes engañarme
aunque te pongas seria o roja
entera de fiebre y condimento.
En tu esfera se crían las vísceras
del dolor y tienes hambre de niños
que te pidan, de mesas que te acunen,
blanca, negra o como te vistas.
Nanita, cursi nanita deambulando
por el suelo. Piperácea muda,
vente a mi boca y escúpete
veloz para -sinsaberlosiquiera-
volver a la India cargada de barcos
con la sed llena de tu desprecio.

martes, 9 de marzo de 2010

Simposio matutino

Abre tu pecho como una mazorca
de pieles rizadas y deja tu camisa al aire,
desabotonada por costumbre, sabiendo
que miran tus pulmones de cerca.
Si a veces te sacas un melón de la cabeza
-como un acróbata demente saltaré-
o unas uvas pasadas quieren comprarte,
deja a las pobres soñadoras con un hilo
de sangre; que no te priven de crucifijos
ni de peso. Préñalas con tus caracoles,
dales más ojales al descubierto para que
también la respiración les sepa a fruta.
Si se olvidaran de tu nombre, cuélgate
una parra y que luchen a manotazos
por conseguirte seco y podrido, vacío
de esposa e hijos, único en un antro
donde la humedad las tenga retenidas
de por vida. Enséñales los pleonasmos
como si de un misterio se tratase
y bájalas hasta el sótano para nunca
dejarlas con la cal en los huesos. Cura
las manchas de sus arrugas con el otro
entero envés de tus nalgas en un
melancólico batir de manos al aire.

martes, 2 de marzo de 2010

Dialectalismos de la muerte

Es cierto. Estoy muerto.
(Silencio, silicio, silencio).
La banderita del taxi ya se ha bajado
y tengo las ojeras más cerca de ti.
A veces un nudo basta para no ser
el bramido de la luz y entre nosotros
la vainilla se lame a pistoletazos.
Siembro los "guellos" de mal
para que tú y mis yoes múltiples
veamos que no han chistado los
huesos.
Que se quedan a vivir mis miedos
y tus pocas decisiones de privarme.
Mientras haya silencio también
habrás de quitarme la vida, mudo
si acaso de violentas embestidas.
Tendrá la muerte mi rojo vestido.
Y el epidídimo sangrante de amar
con el íntegro de mis órganos.