Suena un piano que algunas manos
golpean. La luz se suicida.
Se me alargan los ojos
tanto tanto tanto
que de un avispero resucitan
los huecos encharcados de mar,
soledad y nostalgia del tiempo,
monte y depresión de la inquietud.
Como un payaso río a ratos
(y finjo de cuando en cuando)
aunque quiero desmemoriarme
de todo error y dar con los huesos
en ese mismo espejo que no hiere
ni mata y que sólo amenaza
con devolverte lo que quisiste.
Me preguntas, al fin, si tengo
edad para jugar al escondite.