Mis cuerdas están cansadas
de un chorro que no huele a nadie.
Entre las sábanas ya pestilentes de la mañana
se descubren las oraciones mal anotadas
y de tanto que nos creemos, somos parte
de una mortaja en errónea formulación.
Podríamos habernos robado las banderitas
-que como piezas íntimas nos colgaban
de las ojeras- o haberme dejado soñar
con todo ese mundo que tú consideras
perdido a ramalazos de podredumbre.
Pero cuando ya hemos vuelto a caer
en la sencillez de aquel hedor -porque
llamarlo amor te parecería poco cómico-
insistes en no dejarme tocar nada,
en jugárnoslo todo a oclusiones,
en parir gallos con corona.
Y tanto pedir, para luego iluminarme
con tu cadáver aún caliente
en la cocina del té verde.
lunes, 20 de abril de 2009
lunes, 13 de abril de 2009
Cómic de sábanas
Desde que ese tic-tac tuyo se opuso a mis deseos
he dejado de arrojarme a la nada.
Salgo de paseo con las tiznes a cuestas,
acechando tu piel rojiza por entre las pestañas,
siguiendo el hilo que va desde tu sangre a
mi encéfalo. Dejarás de buscar
como yo también dejo de lado hacer la cama
los días de luto y un aire caliente
terminará por apretarnos la chalina
en un ¡ay! de boca espesa y amarillenta.
Solos, como quien deja la saliva
en otra boca bañada en menta, como
cuando recordamos la inseguridad
de una excusa, como si la piel
nos mudara cada segundo
-y no ser ya más-.
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