lunes, 28 de diciembre de 2009

Simón - Pelagatos

Pobre peste que acabó con ella siendo tierna
y más azul que una noche de verano.
Tenía las manitas tristes de no llorar,
porque no lloraba y toda la obsesión que
de ella se desprendía era únicamente
la de llorar. Una bofetada, un látigo, una menta
amargosa, un montón de heridas, una manta
plena de sal, un sudario con una virgen...
Pobre de aquella peste que la dejó blanca
y sola, aun cuando sus flores tenían olor
y su cera calentaba más que la yesca.
Pero Simón ya no estaba, y Pelagatos
se había confundido de teléfono. Y nadie
podría oírla. (Que su voz era tan delgada
como la raya de lo imposible).
Entonces hacía frío y cualquier peste
hacía de ella un retablo de incertidumbres.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Un montón de huesos descatalogados

Mira que he buscado,
pero estas manchas de sangre no salen
con nada. Qué inútil esfuerzo, qué desagradecidas
las miradas con las que me juzgas. Si todo fuera
así de sencillo, tan rápido que no diera tiempo
a limpiar nada, tú habrías acabado suicidándote.
Porque tienes el miedo de un cómplice
que ha perdido las gafas en mitad de un autobús
y te arrimas a las túrdigas como para conocer
que no eres tú, sino otro, quien necesita asilo.
Mira que he buscado,
de un lado ya no quedan palabras y me das
a elegir entre el muerto o tú. Eso quisieras.
Eso quisiera.
Que se levantara una torre de sangre
para que ya no hubiese más abismo
ni más reproches, ni más hambre.
Sólo un montón de huesos descatalogados.

martes, 22 de diciembre de 2009

Espectrografía

Que aún cuando tú quieras la corona,
se disfrace mi fantasma de bandoneón
y toque para nosotros el tango de la viudez.
Henchidos de golpe, idos a tomar viento
fresco, vengan de repente aquellas vértebras
por donde se asomaban los "quiero que sepas".
Pero es incierto que tú querías venir a por mí
y más incierto todavía que tú querías.
Ahora bien sabes por dónde vamos rondando
y de tanto rondar, dale que te dale, hay
puesto un evangelio encima de tu cadáver
que musita palabras en los olivares del dolor.
Si yo ni tan siquiera te conozco, si yo
ni tan siquiera sé por dónde has venido,
¿para qué vas a llevarte -errante
de sombra como un niño tierno subordinado
al temblor de unos brazos frescos
que sin puntos ni coma vienen cantando
rotos de pena a los viajeros que traen
cartas putrefactas en los barcos-
esta oscuridad que no es mía sino tuya?
Si aún pudiera verte con aquella ridícula
taza de té mirar por la ventana a la vieja
fofa del segundo tendiendo ropa,
no me importaría ser de nuevo fantasma
con licencia para espectrografiarme.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Soluna

Rubios los ojos y rubias las manos;
azul en la tangente de tus labios,
ya rubios,
con este miedo a la santa misa
de no vernos ya más.
Rubia pupila, mielecilla de niña.
Tristes furtivos los abrazos de frío
que salen del charco para enrabiarse,
enrubiados también,
y no llegan a tu memoria.
Rubia cáscara en tu piel rubia,
besos no vencidos ni conocidos
con una muesca de aire
por donde ventean las palabras
que han de ser vistas por ingleses
fastuosos.
Que de rubia frente no caigan
ni rosas ni desconsuelos,
rubia cosa pequeña de dientes
desconocidos.
Dime tan sólo qué rizo o risa
tienes guardada para la noche
en que yo venga a tocarte la mejilla,
rubia soluna de rubio melodrama,
para no en vano esperarte
con las manos vacías
sediento
cansado
soleado y rubio
con un montón de mitades.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Gitano del norte

Si tus ojos en mis manos estuvieran,
dieran de sí. Yo verte navegando
por entre los pliegues de mi sangre
-dura ya de estambre en cuerdas-
alzando con los nudillos mil torres
de poesía. Verso tú y verso yo.
Mejías o de igual verdor, gitano
del norte, que duermes en la noche
con dos velas encendidas.
Reptiles ambos del paladar amargo
que nos incita a poemas desgarrados
bajo capas de vinagre y espanto.
¿Para qué parirte si ya me has nacido
cien veces por los dedos
y otras cien por esta noche?
- Dígame usted de dónde vino
y por qué se llevó mis versos.-
Gitano, que de mis manos
no te fueras.

*Para Eneko por tantas "Capaz de verso" y por dejarme ser su aprendiz.

martes, 1 de diciembre de 2009

Quédese

Guárdame para la muchedumbre
-en la noche de los abrazos suicidas-
como lámina de acero. Si mi frío sentís,
tendré para vos un inmenso paraíso
con niños y ojeras, destierros de un alma
que estornuda la primera palabra
después un coito. He ahí tu sonrisa de gacela
y esa venganza de poseer sin pretérito,
anhelando con la fiebre del hombre-luna
unos brazos entumecidos por la sal.
Si acaso te pidiera, si caso te hiciera,
si acaso de dijera, habríamos de necesitar
un corral de epitafios en mitad del mar
y un sinfín de pequeñeces con zapatos nuevos,
y un burro con tres orejas,
y un espejo en la mesita,
y un tralalí y un tralalá,
y un mío, mío, mío.
Quisiera yo saber por dónde caben
estos dedos para no perder, ansí,
la voluntad del amor que no espesa
y la constancia irreverente de llamarlo
como a un imbécil: ángel mío,
moribundo de mis entrañas,
despropósito de mis vanguardias.
Quédese.
Que de ese me encargo yo.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Escara-abajos

Sola la luz no muere. Por eso voy
cogiéndome los meteoritos de entre
tanto palabrerío para creer que la muerte
es otro estado transitorio de amor.
Tengo miedo de no ser el que, hambriento,
se mida los fracasos con la mitad de frío
y quede mi fotografía invisible o poco
disponible para un análisis en sociedad.
Con las guitarras en penitencia,
otra soleá se arranca por desprecio
y mi voz se amarillea en estado ebrio
cuando todas las piernas han dejado
de temblar. Me miro -que no me sé-
con tus labios a un palmo de mi hombría
y dejo para tu gusto el último miembro
de esta estúpida cadena de escara-abajos.

lunes, 10 de agosto de 2009

Básteme

Básteme con un pulgar para decirnos
los secretos que no nos pertenecen,
quedarían, entonces, las arañas para
tomar el café de las seis debajo de tu
cuerpo de fiebre. Iluminado como sombra
en vigilia, habríamos de tener también
una consagración de nuestras hostias
por encima de la mera posibilidad
de adorarnos las mejillas. Yo no tendría
el punto exacto del melodrama
ni sería tan raticida con tus ojos.
Quevedo no es una forma de preguntarte
qué ves con un exquisito gusto
a lo bohème. Podríamos decir
que tampoco soy yo la valencia cero
de esta tabla de indecisiones.

jueves, 6 de agosto de 2009

Marineros de espuma por las ojeras

Si bailaran las limas en el limo
serían los llantos de los muertos
también de otra vida. Y nosotros viajaríamos
con el equipaje en las pestañas
deshaciéndonos en aguamar salada.
Desde que no estás, las tardes desvaídas
se han dejado las chalinas en otra parte
y los ojos ya no miran por la puerta
trasera. Se han partido las venas en mi boca
para no hablar de tu distancia
-marineros de espuma por las ojeras-.
¿Qué soy que no tengo el hambre
ni la sed ni la espera ni la sombra?
Si los brazos aún me quedaran o una simple
perra con la que saciarme a ladrar,
haría con tu nombre las uvas de mis
pensamientos y no serían tan chicos
los días que me quedan por destruir.

martes, 28 de julio de 2009

Breve

Cuando la cama está vacía yo me abro
de venas adentro para criar raíces.
En las noches se han deshidratado
los silencios porque la máscara de tus
p a l a b r a s
ya no mide mis mentiras
y conecto las cicatrices a tus labios
para no sentirme renovado.

jueves, 16 de julio de 2009

Abominación

Debajo del sombrero llevo los peines
del viento. Rotas ya las venas del dolor.
Nones -que no noes- fraccionan el movimiento
de mis dedos en un frágil péndulo de risa:
ellos no saben de nuestra existencia.
¿Quién levantó los besos de la discordia
en aquel verano de pantalones blancos?
¿Quién partía el calor en los muslos
cuando ya todos nos agredían a celos?
Este perderme las abominaciones
de no ser tuyo, este autismo de roces,
me ha coronado de abejas la mañana
y no puedo derretirme en más calor
porque me faltan embestidas.
Sucios como asnos sin murmuraciones
y pegajosos de esta dominación única
que me lleva a los horrores del placer.

lunes, 20 de abril de 2009

Té verde

Mis cuerdas están cansadas
de un chorro que no huele a nadie.
Entre las sábanas ya pestilentes de la mañana
se descubren las oraciones mal anotadas
y de tanto que nos creemos, somos parte
de una mortaja en errónea formulación.
Podríamos habernos robado las banderitas
-que como piezas íntimas nos colgaban
de las ojeras- o haberme dejado soñar
con todo ese mundo que tú consideras
perdido a ramalazos de podredumbre.
Pero cuando ya hemos vuelto a caer
en la sencillez de aquel hedor -porque
llamarlo amor te parecería poco cómico-
insistes en no dejarme tocar nada,
en jugárnoslo todo a oclusiones,
en parir gallos con corona.
Y tanto pedir, para luego iluminarme
con tu cadáver aún caliente
en la cocina del té verde.

lunes, 13 de abril de 2009

Cómic de sábanas

Desde que ese tic-tac tuyo se opuso a mis deseos
he dejado de arrojarme a la nada.
Salgo de paseo con las tiznes a cuestas,
acechando tu piel rojiza por entre las pestañas,
siguiendo el hilo que va desde tu sangre a
mi encéfalo. Dejarás de buscar
como yo también dejo de lado hacer la cama
los días de luto y un aire caliente
terminará por apretarnos la chalina
en un ¡ay! de boca espesa y amarillenta.
Solos, como quien deja la saliva
en otra boca bañada en menta, como
cuando recordamos la inseguridad
de una excusa, como si la piel
nos mudara cada segundo
-y no ser ya más-.


martes, 24 de febrero de 2009

Huellas

¿Qué gato o huella soy que me conozco
las tiznes de la incertidumbre?
¿Qué lengua fue la pausa de quien
te dijo que la muerte era cosa de asfixia?
Ah, estoy silente de esquinas
y con la cal van llorando los dedos
en quien puse mi confianza,
mi “si yo te cuento…” mi “te juro…”.
Esperarme no basta.
Tienes que buscarme,
debes buscarme.
Bebes para buscarme.
Que yo sólo me entere de tu nombre.
Que sólo la palabra te quite las ganas
de sentirme cansado.
Que por fin me entiendas
cuando te digo que si te busco
es que estoy harto de rezongarme
con tu pañuelo en los labios
y que me duele la sangre y la saliva.
Que yo no lo sepa.

jueves, 19 de febrero de 2009

Guirigay

Si te dijera que estoy harto de este
guirigay, que ya me huele la piel a plomo,
que no voy contando las horas,
que me olvido de amarrar las oraciones,
tal vez te dé igual.
La muerte me anuncia otra frente
y los niños están cansados de llorar
sin calcio en los ojitos.
Llueve verde por los tejados.
¿Por qué no buscas la razón en otra parte?
Ya sabes que yo soy tan menudo
y tan torpe que me voy olvidando
de las promesas de volver a saciarnos.
Tengo estos morfemas como flemas
en los labios y el número de la suerte
colgando del violín de tus manos.
(Ilustración: Marc Chagall)

jueves, 12 de febrero de 2009

Lo invisible nos come los huesos

Es cierto lo que dices,
que la rareza de lo invisible nos come
los huesos. Sos.
Esto tiene que acabarse, este trasnochar
con los omoplatos tatuados de acelgas,
sin contarnos qué nos hace felices.
Yo no quiero que sigas siendo la princesita
de esta terrible hazaña a la que llamas
y llamo locura. Tú te mereces una boca
menos desencajada, una rata henchida
a lingotazos. Y no sé ponerte el sexo
en las manos.
Quizá sea más perverso buscarte
y menos cierto saber que nos estamos
necesitando.
(Foto: Álvaro B. Modelo: María Regueira)

martes, 10 de febrero de 2009

Naturaleza muerta

Tú sabes un montón de cosas -cuánto te
envidio-. Cuando yo aprenda lo que tú sabes,
cuando sepa lo que tú sabes, podré matricularme
definitivamente en el laberinto afásico de los gestos.
Recuerdo que cuando te tocas el cabello una princesa
salta asfixiada al torpe, perdón, quise decir
troupe, con la risa diluida en sambenitos.
Eres como el haz del sesgo del trote de la princesa
de la envida de lo que sabes. ¡Ah!
¡Qué poca novelería!
En tus eses, desayunan los murciélagos
tostadas de aceite con azúcar
y van jugando con los picaportes
de tus ojos en contínuas danzas macabras.
Si yo supiera tanto de montes, de ríos,
de cabañas en mitad del espacio,
me iría corriendo a suplicarte un disfraz,
un poquito de tus dientes; un balbuceo
frente a la pecera -que no sé si tienes-.
Te conozco tan poco... Y de entre toda
la naturaleza muerta, van quedando aceites
curativos, bálsamos pensantes, unciones
de vidrio. Yo no sé nada a tu izquierda,
ni a tu derecha. Miento como un ruidoso.
Entre los rincones de mi cuerpo,
abaleo epítetos con el fin único
de acabar un poema que tú no sabes escribir.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Quando tu mi spiavi in cima a un batticuore

¿Dónde puedo esperarte?
Hace largo rato que no escucho tu súplica
y mi pataleo se agota lentamente.
Con las orejas pintadas de rosa te amarillea
la vida; sabes a limón por cualquier parte.
A mis costados, las luces dejan de rezongar
cuando ya se han muerto las ganas de verte
y los claveles me parecen más sucios
y la tormenta más de menta,
y tus ojitos más hijos de la noche.
Sé cuánto llora la Giralda
y cuánto de espeso me disfruto.
Encima de tantas gangas, después de tantas
ofertas, te he dejado la piel en los hilos
y las sombras en las costuras.
Te refrena el odio de llamarme poema.

viernes, 30 de enero de 2009

Se busca sonrisa telúrica

¡Qué lástima!
Ya ni nos esforzamos por sobreactuar,
por lanzarnos al suelo,
por brincar con un hielo en los ojos,
por decirnos en qué caricatura
me ves más intenso, más mío.
Es cierto que todo te pasa
por no venirte a tiempo,
por acabar con el infinitivo entre los dientes,
por regalarme dinero en vez de flores.
¡Qué lástima!
No podemos ni enjaular el criterio
que nos hunde en la miseria
porque te empeñas en vaciarte la boca
antes de la merienda. Y tú sabes
que es una lástima.
Si fueras un poco... Si yo fuera...
Si tuviéramos una sonrisa telúrica...

jueves, 22 de enero de 2009

Tanto tango

Estoy dispuesto a borrarme la cara treinta y dos veces seguidas. Ya sé que no soy tan eléctrico ni tan agonizante como cualquier chico de la calle pero podría imitar un gesto, una caricia, una mentira, un diálogo. A fin de cuentas, somos las espadas de esta carta sin pretensiones y en los ojos se nos nota la avaricia y el deseo de empuñar el zapapico para auto-sepultarnos en mitad del silencio.

Tanto tango te aborta los ademanes y te vales de cualquier cosa que me sepa, que me recuerde. Porque yo sigo calcinándote las venas con la risa barroca y en tus dedos queda la mitad de mi fiebre gritando obscenidades. Yo lo siento, sí, como si fuera un ejército de rabia que se acumula en la saliva y te prepara el hueco en el corral cochambroso de tus pensamientos.