miércoles, 16 de octubre de 2013

Orgía

Me iba porque la inaguantable sirena
desamaba pronto el ojo viudo
de mi cuerpo. Acaso pueden las olas inclinarse
ofreciendo detalles macabros de sus peces,
la luz neutra que repelen los pinceles,
el hueco que desprecian los humanos.
Sin querer hemos partido hacia el verano
inerte que reflejan tus lágrimas
y pienso -ciegamente- que adorar adioses
no tiene ya el presagio de algún amor obsceno
que contempla lo hermoso y lo cuestiona.
Vuelves inerme a este lupanar
dispersando el espacio y la apariencia
para que al menos, entre imagen y memoria,
puedas desnudar el ancho de la noche.