jueves, 29 de abril de 2010

Conversaciones

No paro de golpear los ataúdes
pero en vano la carne está podrida
y no hay nada que hacer. Cuando podías cantar fados
te escupían las ratas milongas henchidas con el clamor
de sus dientes. Todos los días vine a traerte flores.
Si quisieras mejores galas te habrías vestido
con un traje de langosta pero no quisiste gastar
ya más. Me quedan razones para convencerte
pero en el fondo quiero casarme contigo
porque me sobra la bondad y un insecto en los labios.
Han venido hasta aquí las tribus de niños observados
por ojos lascivos y han orinado en tu lápida
porque el tiempo no nos daba tregua. Y el calor,
créeme, no puedes aguantarlo cuando llevas un hijo
dentro. Si es la hora del café, si es la hora de morirte,
si es el momento de traerme al hemisferio...
Mírate. Estás sucia porque no quieres que yo te lama
las heces pero sin embargo no dudas en esconderme
la manía tuya de enamorarte de cuantos quieres.
No me importa. Estaremos de luna de miel cuando
todo haya pasado y la luz maldita deje de iluminar
esta cáscara de limón en derredor de tu cama.

1 comentario:

Rafa Álvarez dijo...

Y el verbo se hizo carne viva y campó en este blog...

Hoy hago mi breve parada en mi blog y releo asombrado esto que un día me escribiste

"Misticismo de muerte ajena,
sangre ya henchida de sinsabores.
En la lejana carrera de querernos
-llamadas
estúpidas-
balbuceo tu nombre con el temor
de ser uno ahogado en dos.
Y tu sonrisa ya no tiene seguidores..."

Un gran abrazo!