lunes, 29 de julio de 2013

Esquivar

Preguntaron por tus labios
cuando aún la tarde no había manchado
de sangre las hamacas del desierto.
Hubo el mismo silencio que se siente
cuando el espacio inclina sus relojes;
(no es ya tan grande la distancia
ni el ojo del mar engulle sus salinas)
es miedo sin más.
Lo curvo del deseo abrasaba
a disparos el último sigilo
y los grillos esperaban tendidos al sol
conmemorando otro entierro
de palabras
para que, al fin, las preguntas
cayeran como trompos al anochecer.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

sigo encontrándote, y me niego a no leerte, no quiero enterrar palabras, al contrario, sigo leyéndote, y bricando por aquí a tientas, y cuando te encuentro, te leo, releo, y entonces quiero más palabras, y que me invadan letras, espacios, signos... qué lástima no poder leerte cuando uno lo necesita...

Ser paciente tiene su precio... dijo...

Dejábanse los tercos las pisadas delante,
al ruido de los andares marchitos
que buscan, entre grano y grano de la tierra imberbe,
las pisadas de las alas de los minuteros, rotos por el silencio ruidoso de tus pisadas.[...](Seguiría)

No dejes de andar, criatura, no dejes de andar como si respirar necesitaras para echarte a andar, porque no todo se anda con los pies, no todo se pierde en las pisadas.

Álvaro Beltrán dijo...

Muchísimas gracias por vuestros comentarios. Son todo aliento y todo serenidad.